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  "La vida no te da señales por gusto"
 

Entrevista. ANA MARÍA SALHUANA

"La vida no te da señales por gusto"

Tiene 27, se mantiene sola desde los 14. Su sueño era —es— ir a Canadá. Creó una empresa solo para que le dieran la visa. No le ligó. Su negocio comenzó a crecer. Ya ganó su primer millón

Por: Antonio Orjeda

“Ella no le vende carbón al diablo porque él es el dueño de la fábrica”, dice Armando Carlini y suelta una risotada. El 2006 entró a la tienda de ella. Quería mallas para su garaje. No salió más. Le echó las redes a la mujer de las mallas, que abrió su negocio solo porque quería hacerse de una visa. Todo en Mallas, así se llama la empresa con la que ella y Armando han comenzado a cubrir el Perú.

Todo empezó porque se quería ir a Canadá
Yo estudié en el Maryknoll, un colegio de curas canadienses, y toda la vida estuvo en mi cabeza irme a Canadá. No tenía muchas posibilidades. Tuve un enamorado que se fue a Canadá y yo dije: “Me voy detrás de él”. Pero el amor se terminó. De pronto, colgué unas fotos mías en Internet y me escribieron 1.500 hombres. Escogí a dos. A uno lo boté a los dos días y, el otro, fue mi novio: un chico que nació en Canadá, pero que vivió en México. Vino a conocerme. Me quise ir con él, pero no me dieron la visa. Entonces él me dio la opción: “Pon una tienda como la que tiene tu familia, seguro que así sí te dan la visa”.

Eso fue el 2005. Creó la empresa para demostrar solvencia económica a la Embajada de Canadá, pero de nuevo le negaron la visa. Ya tenía la tienda, ¿qué hizo?
Al inicio no le ponía mucha fuerza, pero igual vendía, porque yo te vendo lo que sea (ríe).

Antes era visitadora médica…
Dejé mi trabajo para dedicarme a la tienda.

Usted está en ventas desde los 14.
Empecé vendiendo bicicletas en la avenida Arenales.

Y si se metió en el rubro de las mallas fue porque en él ya trabajaba su familia.
Exacto. Yo no sabía nada.

¿Si esto nació como una treta y no había logrado su cometido, por qué seguía adelante?
Porque empecé a vender.

Las cosas iban bien, pero se potenciaron cuando entró a su tienda Armando Carlini.
Las cosas estaban ahí, pero no era lo mío. Yo decía: “¡Qué hago entre fierros!”. Todos los días me cortaba los dedos

Sin embargo, con Armando hicieron clic y así se unieron una vendedora nata y un tipo con contactos.
Él llegó a la tienda con su mamá, buscando mallas para su casa. Nos conocimos, me empezó a bromear y empezamos a salir. Él sabía que yo pensaba dejar el negocio y me dijo que conocía a gente en la agroindustria, que necesitaba mallas

Se convirtió en su socio y…
En mi esposo.

¿Cuánto facturó el año pasado?
Más de un millón de soles.

¿Si arrancó el 2005, por qué su página web dice que Todo en Mallas nació el 95?
Por estrategia de márketing. Tengo un diseñador (de páginas web) que es quien me dice: “Pon esto aquí, por esto allá, compra cuarenta dominios, redirecciónalos a Todo en Mallas para que cuando la gente pida mallas, aparezca tu página”. Y me dijo que si ponía que era una empresa joven, la gente no iba a confiar en mí.

¿Y usted qué cree de eso?
Yo no creo que sea así, porque soy joven, pero la gente que está en ventas no es de mi edad. Ese es el problema.

En la guerra y en el amor
¡Todo vale! En la guerra, en el amor y en el dinero (ríe)

¿Qué dicen hoy sus amigos del Maryknoll que la veían vendiendo bicicletas en la avenida Arenales?
“Como Ana María, no hay. Ella se quedó sola y empezó vendiendo bicicletas. Todo el tiempo ha sido trabajo”. Porque yo no me divertía.

¿A qué se refiere con que se quedó sola?
A que empecé a trabajar cuando mi familia se desintegró.

¿Y qué fue del canadiense?
¡Se quedó en Canadá! (ríe) Te cuento: él quería que me casara y me fuera con él, a probar qué tal. Él tiene una constructora, pero ¿y yo? ¿De qué iba a vivir? ¿De él? Yo estoy acostumbrada a mantenerme desde los 14 años. Era absurdo. Entonces dije: “La vida no me está dando estas señales por gusto”. Por gusto no me estaban negando la visa. Además, ¿irme casada para que de repente me vaya mal? No. Decidí volver a ser visitadora médica, y ahí apareció Carlini (Armando). Me tiró las redes (ríe) El chico canadiense se quedó allá. Me ofreció venir, casarnos, pero yo le dije que no. “Lo siento”. Y ahí quedó Pero sí me gustaría ir a Canadá, es mi sueño desde el colegio.

O sea que, sin querer queriendo, terminó envuelta en el mundo de las mallas.
Así es. Totalmente.

 
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