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  "Solo tengo cabeza para trabajar"
 

Entrevista. ELENA MORALES

"Solo tengo cabeza para trabajar"

Tenía un trabajo seguro, lo cambió por ofrecer cortinas de puerta en puerta. ¿La causa? Esas cortinas eran suyas. Revolucionó
el mercado. Hoy, además, construye y administra hostales

Por: Antonio Orjeda

No se guíe por su vocecita, Elena Morales es una fiera. Nació en la Ciudad Imperial. Huyendo del terrorismo, su hermana mayor participó en una invasión y, en Lima, se hizo de un lote. Fue ella quien la acogió. Huérfana de padre y de madre analfabeta, Elena estudió secretariado y durante ocho años se rompió el lomo trabajando para otro. Se templó de un policía. Todo cambió. Juntos, decidieron ser independientes. Les bastó trescientos soles. Compraron una máquina de coser. Ella instaló su minitaller en la casa de su suegro. En el cuartito donde entonces ellos vivían, hubiera sido imposible. No tardaron en irrumpir en José Leal, en Lince, en la populosa calle de las cortinas. Decoraciones Elena, así bautizó a su empresa.

Su esposo era policía y usted recepcionista de un médico. ¿Cuánto ganaban entre los dos?
El médico me pagaba bien porque yo trabajaba todo el día. Entonces vivía sola y ganaba 800 soles —un poquito más que mi esposo—; hace 17 años eso era un montón de plata, por eso me daba pena dejarlo todo para empezar de cero.

Si creía tener un buen sueldo, ¿por qué dejó su trabajo?
Porque conocí a mi pareja y decidí cambiar. Sentíamos que debíamos hacer algo independiente. Para mí, trabajar de siete de la mañana a once de la noche, era bastante; y ya lo había hecho durante ocho años.

¿Por qué cortinas?
Porque cuando compramos la máquina el primer pedido fue de cortinas. Tuvimos que desarmar las de mi suegra para saber cómo se hacían; y de ahí vinimos acá (a la Av. José Leal), al sitio donde podíamos encontrar todos los accesorios.
No tenía local. Empezó tocando puertas.
Así es.

Tengo entendido que tenía miedo. ¿Miedo a qué?
Era una experiencia nueva: tocar la puerta de una casa, que te dejen entrar No sabía adónde estaba entrando. Soy provinciana: entonces no tenía “calle”...

¿Cuántas puertas se le cerraron al principio?
¡Toda una cuadra! O dos, no sé (ríe), porque fue casi al final de esta calle que conseguí a mi primer cliente

¿Es cierto que le llegaron a echar agua?
¡Sí! Casi después de medio año de haber comenzado Toqué el timbre de una casa y el timbre se pegó. La señora, molesta —¡juá!— me echó agua. (ríe) Fue terrible Ese tipo de cosas me han ido empujando a crecer, a seguir luchando.

Entonces su esposo —por cuidarla— la acompañaba, pero de lejos, porque le daba vergüenza lo que usted hacía.
Es que él viene de otro tipo de familia.

¿Por qué somos tan tontos?
No sé Yo le decía: “Algún día nadie se va a avergonzar de ti ni de mí”.

Hoy, ¿qué siente?
Que la gente nos respeta, y yo sigo siendo la misma. Aunque hubo una época en la que esto me asustó: no sabía cómo controlarlo, no tenía los estudios necesarios y, de repente, llegó esta tienda, la otra, los hostales Yo estaba acostumbrada a cosas chicas y, de repente, necesitaba más personal. No sabía cómo manejarlo.

¿Qué hizo?
Pedí ayuda. El doctor con el que trabajé, me dijo: “Haz lo que tu corazón diga, que sea tu propia experiencia la que te enseñe”. Y fue así que fuimos mejorando.

Usted ha revolucionado este mercado: no solo ofrecía productos y un servicio de calidad, sino que, mientras que su competencia atendía hasta las 5:00 p.m., usted se quedaba hasta las 8:00 p.m. Incluso los sábados.
Antes abrían los sábados a las 10:00 a.m. y se iban temprano. Yo empezaba a las ocho de la mañana: era la primera en abrir y la última en cerrar. ¿Qué pasó? Que comenzaron a ver que la gente, en mi tienda, ¡hacía cola! Yo terminaba almorzando a las seis de la tarde.

¿Cómo se explica eso?
La gente confiaba. Mi tienda entonces era chiquitita, pero les daba seguridad. El resto ofrecía pero no demostraba buen servicio.

¿Qué es lo más rico de ser independiente?
Ser yo misma. No tener encima a otra persona.

¿Y qué se necesita para serlo?
¿En mi caso? Yo tuve una oportunidad y supe agarrarla. Fue así que salí adelante. ¿Me entiendes? Hay gente que no se da cuenta de lo que tiene Yo soy una persona constante, que no desperdicia el dinero. Nosotros nos hemos sacrificado. Mi esposo era el que instalaba las cortinas.

Él ha dejado la Policía.
Gracias a Dios. Ahora él es el gerente (ríe) Yo solo tengo cabeza para trabajar, él es el de las ideas, el que plantea qué conviene hacer. Yo soy muy temerosa

¿Temerosa?
Es que decía: “¿Y si no puedo pagar?”. Porque yo detesto tener deudas, pero una vez que me lanzo a algo, lo hago.

Mayor informacion: www.elcomercio.com.pe

 
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